MIENTRAS TANTO

“¿Quién demonios soy yo? Ah, ¡ese es el gran misterio!”

Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll

Hay ciudades que parecen no necesitarte, y eso a veces es un alivio.

Londres

Cotswold

Al llegar a los Cotswold, me parecía improbable que alguien pueda vivir allí sin querer escribir sobre ello. Supongo que por eso pensaba todo el rato en Hardy. Y también en personas que conocí y de las que ahora apenas conservo una idea vaga, como un gesto que se repite en la cabeza sin saber por qué.

«Aquí en el valle todo parece ajustado a una escala más pequeña y delicada; las herederas son meras parcelas, tan reducidas que, desde lo alto, los árboles de los linderos semejan una red de hilos verde oscuro, sobre el verde más pálido de la hierba»

Tess la de los D’Urberville, Thomas Hardy

Oxford

En Oxford fue distinto. Volver a una ciudad donde otros escribieron antes que tú lo que ahora piensas no ayuda necesariamente a encontrar respuestas. Pero sí acompaña. Recuerdo entrar por primera vez en la Bodleian Library y ver los libros encadenados. Me costó entenderlo: que una historia pudiera atarse físicamente a un lugar, que no se esperara de ella movimiento, sino permanencia. Pensé en cuánto habíamos cambiado, en cómo ahora todo parece deslizarse de una pantalla a otra sin dejar rastro.

Cerca de allí, un chico pasó caminando justo frente a The Eagle and Child. Me lo imaginé dentro, con una pinta, escuchando una conversación ajena, deseando ser parte. Como yo.

Volví con muchas imágenes y con muy pocas frases completas. Por eso este texto es un intento. No de explicar nada, sino de recoger lo que fue quedando. Un cansancio amable. Un olor húmedo. Una certeza tranquila de que los días, incluso cuando no se entienden, siguen pasando.