TIEMPO Y PIEDRA

En Florencia todo parecía más cerca de la piel. No solo por la cal, ni por la calidez de la piedra, sino por esa forma en que la ciudad respira en los muros. En Roma, en cambio, sentí que todo estaba ya dicho. Incluso lo que se derrumba parecía susurrar en latín.

Pasé tardes enteras caminando sin destino. Una losa medio suelta, una grieta repetida, un chorro de sol que parecía sobrevivir a siglos de esquinas. No tomé notas. Me bastó con saber que aquello quedaba. Quedaría siempre.

No era monumentalidad lo que buscaba. Tal vez una manera de medir el tiempo que no dependiera del reloj.

detalle del partenón de Roma